CUIDADOS A DOMICILIO: UN POCO DE ANTECEDENTES
Hay un par de disciplinas que considero útiles para analizar situaciones de cambio, la hermenéutica contemporánea, que acuño Gadamer, un filósofo muy longevo (vivió 102 años), y la genealogía, de la mano de Foucault (apenas cumplió 58). Una de las conclusiones de esta combinatoria de saberes es concebir el presente como consecuencia de las decisiones que se han ido tomando ante diferentes problemas. La metáfora es el cruce de caminos. Tomar una dirección implica abandonar otros itinerarios posibles. Esto es lo que sucede en el devenir histórico.
Así cuando emerge un problema, el consejo de Gadamer y Foucault es revisar si anteriormente había sucedido algo similar, y especialmente revisar las alternativas abandonadas y su contexto, porque seguramente ya planteaban cuestiones que la “solución ganadora” no tuvo en cuenta, pero que emergen tiempo después, y son parte de la crisis contemporánea, como una pequeña grieta en la pared que no se ha reparado.
Dado que los cuidados no es un tema nuevo, “volver la vista atrás” (que diría Karina) nos aporta algunas perlas que no podemos perder de vista. Vamos a revisar el paisaje de los cuidados y rescatar algunos elementos que están presentes en su configuración actual.
TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
En Centroeuropa tras la II Guerra Mundial el debate de los cuidados de las personas mayores se polarizó entre soluciones vinculadas a la enfermería y los cuidados “sociales”. Si inicialmente los servicios públicos de cuidados en el hogar fueron desarrollados por profesionales de enfermería (la guerra provocó millones de personas con secuelas), posteriormente estas necesidades, y a medida que se fueron vinculando más al envejecimiento que a la guerra, fueron transfiriéndose a los servicios sociales. Un tránsito que se extendió hasta los años 80, y cuyas consecuencias abordaremos más adelante.
En España no se dio este debate, porque la administración, (con alguna excepción) no tomó cartas en el tema casi hasta 1970. Recordemos que hasta 1961 había ordenanzas que obligaban a dejar de trabajar a las mujeres cuando se casaban, salvo permiso expreso de su marido. Las mujeres han sido las responsables de los cuidados, antes como amas de casa, hoy con los efectos en conciliación que todos conocemos.
Volvamos a la historia, en 1969 la administración franquista empieza a plantearse como regular la asistencia en el “Plan Gerontológico Nacional de Mutualidades Laborales”, que, por cierto, ya planteaba un déficit de 130.000 plazas en residencias (hoy los directores de servicios sociales cifran en 75.000 este déficit). En 1971 se desarrolla el “Plan Nacional de Seguridad Social de Asistencia a los Ancianos”, donde entre otras cuestiones se plantea la extensión de los servicios de ayuda a domicilio y el impulso de programas de vacaciones.
Los programas “de vacaciones del Imserso” se convirtieron a partir de 1985 en el programa estrella de la política de mayores (no dejan de ser una forma de cuidar). Pero de la ayuda a domicilio nunca se volvió a hablar hasta que los ayuntamientos y las diputaciones, a partir de 1979, pusieron en marcha sus programas de bienestar social. Inicialmente con prestaciones centradas en los servicios domésticos y, en menor medida, en atenciones personales y psicosociales. A finales de los años 80 y principios de los 90 apareció la regulación del servicio y se fueron incorporando nuevos agentes, tanto privados como entidades sociales, al desarrollo de la prestación pública.
CUESTIONES LABORALES
La regularización se produce en el marco del régimen laboral de carácter especial del Servicio del Hogar Familiar (1985), que incorpora tres cuestiones que marcarán su desarrollo:
- Se podía trabajar hasta 19 horas a la semana sin tener que cotizar a la seguridad social.
- Cotizar la seguridad social no conlleva prestaciones de desempleo.
- No se necesita un contrato de trabajo individual.
Este marco legal continuará durante 25 años, hasta 2011. A partir de esta fecha se van a ir incorporando algunas mejoras, y actualmente:
- Es necesario un contrato (de palabra o escrito);
- Hay que cotizar a la seguridad social. Con dos modalidades:
- En el caso de prestaciones de menos de 60 horas al mes, es la trabajadora quien está obligada a cotizar. El empleador debe abonar los costes patronales.
- En caso de prestaciones superiores a 60 horas mensuales es el empleador quien debe de hacerse cargo de las altas, bajas y abonos correspondientes.
La evolución de este marco ayuda a entender el auge de las agencias y plataformas de cuidados, ya que además de encontrar cuidadoras, se encargan de la gestión administrativa, a menudo incomprensible y farragosa para unas familias, que, de pronto, se encuentran ejerciendo el rol de “empleadoras”.
ALCANCE DE LOS SERVICIOS DE AYUDA A DOMICILIO
Expertas como Pilar Rodríguez, definían en 1997 el Servicio de Ayuda a Domicilio como un “programa individualizado de carácter preventivo y rehabilitador, en el que se articulan un conjunto de servicios y técnicas de intervención profesionales consistentes en atención personal, doméstica, de apoyo psicosocial y familiar y relaciones con el entorno, prestados en el domicilio de una persona dependiente en algún grado”.
Años después la ley de dependencia del Gobierno Zapatero (2006) en su artículo 23 lo describió como sigue:
“El servicio de ayuda a domicilio lo constituye el conjunto de actuaciones llevadas a cabo en el domicilio de las personas en situación de dependencia con el fin de atender sus necesidades de la vida diaria, prestadas por entidades o empresas, acreditadas para esta función, y podrán ser los siguientes:
– Servicios relacionados con la atención personal en la realización de las actividades de la vida diaria.
– Servicios relacionados con la atención de las necesidades domésticas o del hogar: limpieza, lavado, cocina u otros.»
Obviamente el cambio no es menor, porque acota el alcance del compromiso público, no alude a funciones preventivas o rehabilitadoras, y desaparecen especificaciones de profesionalidad, o actividades relacionales.
LA FAMILIA COMO RECURSO
Volvamos al debate europeo. El progresivo trasvase de la atención personal del ámbito sanitario al de los servicios sociales provoco cambios en la gestión, la financiación y la dotación de recursos y determinó una modificación notable en sus actividades.
Las tareas de los servicios de atención en el domicilio pasaron a un segundo plano, y empezaron a plantearse cada vez más como complementarias, consolidándose este trabajo en torno a las funciones más pesadas del hogar. Entre los factores que apuntalaron esta decisión nos encontramos con:
- El factor económico: las administraciones públicas trasladan el servicio de un ámbito de acceso universal y costes gratuitos como el sanitario, a otro, en el que la prestación de los servicios cuenta con la aportación económica de la persona usuaria, o sus familiares. Las plataformas de cuidados actúan, en este sentido, como palancas de gestión del cambio, facilitando un modelo con mayor intervención de las personas usuarias y sus familias.
- Demarcación profesional: el sector sanitario se repliega en funciones de atención a las patologías agudas, donde históricamente su rol se ha considerado más significativo (científica y profesionalmente).
- Los gruesos muros entre lo social y lo sanitario en los cuidados de larga duración: no se han tomado decisiones para abordar esta necesidad con un enfoque multidisciplinar. ¿El motivo? Apuntamos uno, el miedo (o quizá pánico) a los costes asociados de las fórmulas de atención requerida. Cada “departamento” ha gestionado su trozo, tratando de acotar sus intervenciones. Además, no existen recursos que coordinen operativamente estos servicios (salvo excepciones).
Como efecto, los cuidados se han familiarizado, el usuario, y mayormente su familia, van haciendo su puzzle de soluciones, a pesar de que en muchas ocasiones no cuentan con las capacidades, o recursos para hacerse cargo de un esfuerzo que no saben abordar. Y simultáneamente la familia empieza a ser un bien escaso, por la mayor distancia geográfica entre sus miembros, porque se ha reducido su tamaño, o por los nuevos estilos de vida, entre otros factores.
La administración, por su parte, trata de dar respuesta con ayudas, especialmente económicas, regular un entorno cuya demanda va a crecer y se va a complejizar, con la aparición de nuevos entrantes, y en algunos casos, impulsar algunas iniciativas muy prometedoras con un intenso componente digital para dar vida al envejecimiento saludable en el hogar. Estaremos atentos.
Para leer el resto de los capítulos del monográfico sobre plataformas de cuidados clica en los enlaces (aunque se presentan en un cierto orden, te sugerimos que sigas tu propio criterio):
- Cuidados de personas mayores: Las Plataformas
- Cuidados de personas mayores ¿crecimiento o digitalización?
- Pero ¿qué aportan las plataformas de cuidados?
- Plataformas de cuidados, aproximaciones a la necesidad
- Hablando con Adrià Buzón de CUIDEO
- Hablando con Claudia López de SENNIORS
- Hablando con Daniel Ibiza de AIUDO
- Hablando con Ernesto Bravo de FAMILIADOS
- Hablando con Nerea Amenabar de UBIKARE
- Hablando con Joaquín de los Reyes de MAPFRE
- Hablando con María Barco de ADIPER
- Como acortar la ruta desde el B2C al B2B
Y si necesitas profundizar más ya sabes que puedes ponerte en contacto con nosotros en este enlace.
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